sábado, 25 de abril de 2015

Aquí me tenéis.

                                                           



HOLA A TODOS. Siento que esto haya estado desactivado, la verdad es que me desilusionó un poco y lo fui dejando. Ahora mismo, no sé si podré seguir porque tengo demasiadas cosas... aunque espero que me deis un poco de margen para meditarlo un poco.

LO SIENTO. Tendréis noticias pronto.

Un beso.

jueves, 29 de mayo de 2014

Capítulo 16: Confesiones que nos llevaron a más confusiones.




Si pensáis que no hay algo más molesto que un “te lo dije” en el momento en el que no lo quieres escuchar, es la ausencia de él; das demasiada lástima. Acababa de aparecer llorando en la casa de mi terapeuta anormalmente bajito. Creía que haciéndome la valiente, además de ayudarme con los demás, lo haría conmigo misma; Sin embargo, una vez más, mi teoría se hacía añicos ante mis ojos. 

Pero volvamos a ese momento, ese instante en el que ni siquiera sentía vergüenza, sino la impresión de que me quitaba un peso de encima. Después de todo, estaba descansando de la fabulosa interpretación en la que llevaba trabajando un par de días. Mi perfecto papel merecedor de un Oscar, truncando por un hombre que llevaba corbatas con animales estampados.

miércoles, 30 de abril de 2014

Capítulo 15: La vuelta al mundo.




Bajé a desayunar algo más nerviosa de la cuenta. Llevaba más de tres horas despierta, repasando los puntos de mí vuelta a la vida. O a la universidad, como queráis llamarlo. Había empezado por la ropa, algo sencillo, holgado y que no dijese “estoy en los huesos”, así que opté por un vestido suelto, de estampado de cuadros, hasta la rodilla y una rebeca de lana gorda. Después, metí los libros en el bolso, repasé mi horario cuidadosamente para no cagarla el primer día y bajé a comer algo, aunque realmente estuviera demasiado nerviosa para meterme un sólo bocado en la boca. 

Cuando abrí la puerta de la cocina, ni siquiera había pensado en él. Y obviamente, allí estaba. Sentado en una silla de espaldas a mí (su espalda, digna de un libro aparte), con la mirada perdida en su cuenco de cereales. Como si fuera lo más normal del mundo parecer atractivo así como así. Pero él lo era, de miles de formas diferentes. Mi Superman, mi Batman… Es que me lo ponía tan difícil, que pensé en darme la vuelta y ducharme con agua fría.  

Se giró y me sonrió al verme entrar. Un gesto educado, en nuestra nueva etapa, un tanto engañosa, que implicaba hacer como si no fuéramos quien éramos. 

jueves, 3 de abril de 2014

Capítulo 14: Historias de un colchón.





Superman no tardó mucho en llegar, pero para cuando lo hizo, yo ya estaba acurrucada en el colchón, la luz se había ido y la lluvia, era torrencial. Obviamente, estaba cagada de miedo. Pero ya no por todo lo que tenía encima, sino porque la oscuridad nunca había sido mi mejor aliada. 

Mientras que estaba sola, perdí completamente la noción del tiempo, simplemente me quedé observando un punto fijo en mi mesita de noche, iluminado por la luz que entraba por la ventana.

Cuando él llegó se tumbó enfrente de mí. Me llamó despacio, susurrando mi nombre tan dulcemente que parecía que estaba cantando. Hasta pensé que no era real… y que tanto tiempo observando me mesita de noche me había dejado en un estado irreversible. Por suerte no era así. Era él y estaba ahí, tan perfecto. Mis ojos poco a poco se acostumbraban a la falta de luz, mientras lo miraba. Sus ojos brillaban y las sombras hacían que su rostro fuera más adictivo que nunca.


                -¿Estás aquí?-me preguntó, con una sonrisa.

Asentí, incapaz de hablar. Porque él a veces tenía ese efecto en mí, que me enmudecía. 

Hizo el amago de tocarme, pero una parte de mí, y juro que odié a esa parte, no quería que lo hiciera.

                -No…-le solté, apartando su mano con rapidez.

                -¿Tienes frío?

Volví a asentir despacio. Él se incorporó para ponerme una manta encima y volvió a recostarse, suspirando. Ese gesto fue algo tan tierno, que dejé de tener frío. Tal vez tuviera miedo porque el tanto por ciento de la humedad del exterior fuera alto… O tal vez porque tenía que volver a acostumbrarme a la soledad y a la oscuridad. A estar yo sola de nuevo. Llevaba demasiado tiempo rodeada de gente.

                -Has venido-dije por fin-Gracias.

                -No es nada.

                -Me siento tan tonta por haberme comportado así esta mañana… No sé porque lo he hecho.

                -Erín… por extraño que parezca, y por mucho que me haya enfadado, te entiendo. Puede que yo hubiera hecho lo mismo si estuviera en tu lugar.

                -Mi lugar no está tan mal ahora…

                -El colchón es cómodo-susurró, insinuante. 

                -Y la luz...

                -¡Oh...! Claro, la luz.

Sonrió débilmente en la penumbra y me dio la mano, entrelazando sus dedos en los míos. Nos separaba un trecho de colchón, no podíamos dejar de mirarnos, era inercia o atracción… O alguna clase de magnetismo. El caso es que, no me atrevía a moverme, a rellenar el hueco entre los dos. No podía estropearlo, intentando acelerar la situación. Fuera la que fuese.

En realidad no tenía ni idea de lo que hacía, ni de lo que iba a hacer. Lo de siempre. Estaba perdida y el señor Superman lo sabía. Yo estaba rota y él también, cada uno de una manera diferente. Puede que acercarnos más nos mancillara, o puede que no. En fin, que estaba confusa. 

                -¿Crees que algún día recuperarás tu memoria?-pregunté, intentando que el silencio no nos devorara a los dos.

Se quedó pensativo un momento y luego suspiró.

                -No, creo que no ¿Y tú? ¿Crees que algún día podré llevarte a la playa?-bromeó y me guiño un ojo. Que el quisiera llevarme a algún sitio me ponía. Mucho.

Me reí como una tonta y negué con la cabeza, sin apartar la mirada de sus ojos. Era incapaz de hacerlo. Me sentía orgullosa, del tipo de orgullo que depende de otra persona. Cuando te das cuenta de que ese ser, que se supone que pertenece a tu vida (o algo así) es capaz de sacarte una sonrisa, o de endulzar un momento tan crítico como ese. 

Incluso para mí, que pensaba que ese lío del amor, de los corazones y los arcoíris, lo de la media naranja, el angelito con el arco y las flechas, los bombones y demás sistemas edulcorados creados por el hombre no eran más que eso. Creaciones inservibles destinadas a que pensáramos que nuestra vida podía ser mejor. Una mierda, vamos. 

Hasta que llega alguien que hace que todo ese conjunto de colores y felicidad no sea tan absurdo. Incluso para una negada.

                -Ayer, antes de que me besaras, recordé algo que no sé si realmente pasó en el acantilado-le expliqué, sintiéndome cómoda.

Su gestó cambió. Frunció el ceño y se removió confuso, observándome.

                -¿Qué?

                -Me llamabas por mi nombre… Como si me conocieras.

Vi que se alejaba de la cama, de la habitación y que viajaba lejos durante unos segundos, intentando llegar a ese momento fotografiado en mi mente.

                -Bueno… quizá fuera porque escuché a tus amigas desgañitándose.

Me sentí idiota por haberle preguntado eso, más aún por no haber pensado en esa respuesta yo misma. Me había montado una película… que él me conocía. Ilusa. Y era mucho más sencillo que una película.
Aunque después, en cuanto lo pensé durante unos minutos y volví a recordar el momento en mi cabeza, no me convenció su versión. No era por cómo me llamaba, sino por su tono. Desesperado.

                -Quiero que me cuentes lo que recuerdes de ese momento. Sé que tu memoria es una mierda, pero sé también que eso si lo tienes guardado. Por favor…

Lo estaba incomodando, pero me daba igual. Era el momento de sincerarnos, de hablar claro, de
descubrirlo todo y de intentar avanzar con el puzle mental que era mi memoria desde aquella tarde.

                -Erín…-me rogó con ojos de corderito, suplicándome que no lo hiciera.

                -¡Por favor!-supliqué, en un tono que más bien podía usar una niña de siete años. 

                -Está bien...No sé cómo llegué allí. Recuerdo observarte, divirtiéndote con tus amigas. Hablabais y os reíais-murmuró y se aclaró la garganta-Que quede claro, que no sé si todo esto es real o no. Después te levantaste, y fuiste hasta el borde del acantilado. Hubo un momento en que te giraste en mi dirección y me fijé más en ti. Tu pelo suelto, ondeaba con el viento… no sé si me lo imaginé, pero recuerdo que llevabas un vestido amarillo.

<<Estabas descalza, te giraste y tus ojos se detuvieron un momento en mí. De repente, el viento sopló más de la cuenta… Me giré un segundo y cuando volví a buscarte, ya no estabas. Oí los gritos de Fiona y Alana, que corrían hacia el borde y fui hacia ellas, temiéndome lo peor… Gritaban como locas, suplicando ayuda, pero ya no te veíamos-Hizo una pausa, mirando al techo. Cada vez estábamos más lejos y casi podía oír las olas chocando contra las rocas. Suspiré por seguir allí con él- Lo siguiente que recuerdo es estar sumergido en el agua y verte allí- volvió a dirigirse hacia mí y cerró los ojos un instante-Es extraño, pero esa imagen es demasiado nítida. No es borrosa. Te agarré el brazo y tiré de ti. Salimos un segundo a la superficie, rodeé con mis manos tu cara… Tenías los ojos abiertos y me mirabas aterrada. Tenías un corte muy feo que no paraba de sangrar-Me acarició la frente, siguiendo el surco de mi cicatriz- Los ojos se te entornaban y no hacías nada para seguir en la superficie. Estaba muy cansado y no podía sujetarte. Luego llegó otra ola, y me golpeé en la cabeza. Empecé a marearme y me agarré a una roca. En esa tregua del mar, pude arrastrarte a ella. Sólo tengo borrones después de eso… Era como una cueva. Te dejé en el suelo y te llamé, pero era inútil… tampoco respirabas. Te faltaba un zapato…-después de decir la última frase, se quedó en silencio, acariciándome el brazo- No recuerdo nada más. El zapato...

Su relato llegó a sorprenderme. Nunca había visto los hechos desde esa perspectiva y me parecía peor que la mía. Porque sí, yo me estaba ahogando… pero cuando pensaba en esos momentos, podía ignorarlos, trasportarme a otro recuerdo, quizá de una navidad, un cumpleaños, mi infancia… él no tenía eso. No tenía nada.

Evité decir nada más, porque hacerlo iba a suponer hablar demasiado de algo que nos afectaba, hasta el punto de dejar de ser nosotros mismos.

                -Deberíamos dormir-susurré-Ha sido un día muy largo.

Él bostezó y se frotó los ojos. Intuí que no le parecía mal aparcar el tema, ya que parecía más aliviado que otra cosa.

                -Bien. Buenas noches Erín-murmuró y se acercó para besar mi frente.

                -Buenas noches, Jim.

Le di la espalda y cerré los ojos. Noté su mano deslizándose por mi cintura, abrazando mi cuerpo con cuidado. Me quedé profundamente dormida a los pocos minutos.

Esa noche, por primera vez en mucho tiempo, dormí más de cuatro horas seguidas. Y soñé pero con él y fue genial. 

***


Fue un antes y un después, como si después de aquello la vida nos concediera el honor de darnos un poco más de oxígeno. Una puta ventana abierta, por fin. Le entendía, en cierta manera-todo eso de su obsesión por mí, que tampoco me desagradaba- y él… bueno, él sólo seguía ahí, intentando acercarse mientras se lamía las heridas. Éramos un desastre. Y yo...  Un ser extraño, todo hay que decirlo. Siempre cerca, pero lejos el uno del otro. Un dramón épico. Podía apartarle y odiarme, pero si me acercaba demasiado, sentía que me quemaba. Una locura... y entonces, me tragué las ganas, y entendí que debíamos ser amigos y que para ello, debía afrontar decenas de situaciones incómodas, retorcidas por el hecho de que éramos dos personas unidas.

Volví a mi apartamento, el del desorden y el caos de día y de noche. A la universidad y al descontrol. Aunque había una regla, que por supuesto venía de la perversa mente, retorcida y manipuladora, del duendecillo. Quizá no era tan retorcida y puede que sus ideas de verdad me estuvieran sacando de aquel pozo, pero estaba predestinada a odiarle. Nuestra relación se basaba en eso y me encantaba… podía desahogarme con alguien, sin sentirme culpable.

Era la guinda de mi libertad.

Jerry había puesto sus pautas, entre ellas, debía dormir en casa de Jim. Tenía que dejar que me llevaran y me recogieran de la universidad… Y por supuesto, tenía que verle cada día, descansando los domingos.  
Pero acepté cada una de sus reglas, casi con gusto. Era una agradable sensación de rutina. Volvía a la vida, fuera de la delicadeza y los trastornos mentales. No era igual que siempre, pero tenía que acostumbrarme y puede que así, recuperar todo lo que había dejado atrás.


Lo que no intuí hasta tiempo después, es que a veces es imposible volver a empezar sino aceptas que has cambiado.



El primer día de universidad, después de mi desastroso verano, descubrí que aquello no iba a ser fácil.
Había pasado una semana desde que Jim y yo hablamos. O más bien, desde que Superman me contó lo que yo quería que me contara. Durante esos días, sólo nos veíamos en la cena. Era nuestro límite dentro del periodo de prueba, un método de reconocimiento de la zona. Cenábamos solos, casi siempre, acompañados por el inmenso salón y el servicio. Hablábamos de cosas que sonaban ordinarias y triviales con todo lo que queríamos decirnos realmente. Como por ejemplo, las asignaturas que iba a cursar, mi horario o el tiempo. Él me hablaba de que quería empezar a estudiar, pero puede que ni siquiera supiera que quería. Ambos dábamos tumbos, pero era mucho más divertido que hacerlo sola.

Abríamos la veda, cada vez un poquito más, cada vez más profunda. Intentando hacerlo lento para que no se desmoronara… la mayoría de las veces, admito que quería tirar lo toalla y que puede que me cansara de esa fragilidad. Porque Yo era yo y eso significaba joderlo todo. 

No puedes decirle a un niño que no juegue con algo, porque automáticamente, se va a convertir el mejor juguete que se haya creado jamás. Lo prohibido. Esa deliciosa sensación de bordear el abismo, nunca mejor dicho. Y odio las comparaciones, pero joder. Era justo eso. 

Es demasiado difícil ser el amigo de alguien que te atrae hasta el punto de saciarte con una mirada. Y el me tenia comiendo en la palma de su mano.

Así de triste era mi situación.




jueves, 27 de marzo de 2014

SORRY




He tenido mucho mucho que hacer y por eso no he podido dedicarme al blog. Espero que lo entendáis y que aunque tarde, sigáis ahí para cuando actualice. Espero hacerlo el sábado que ya estoy libre. 

Mil gracias por entenderme, si lo hacéis y si no... ¡POR FAVOR HACERLO! Es broma, sois geniales.

Besitos

jueves, 20 de febrero de 2014

Capítulo 13: Mi apartamento, mi desorden... Yo.




                -Echo de menos ciertas cosas. Mi vida normal, el estrés de la universidad… Vivir sola. Bailar los sábados por la mañana, tomar varias dosis de cafeína en vez de tantas pastillas para dormir. Comer porquerías, ¿Nadie se ha preguntado porque en esa casa sólo hay comida sana? Quizá, salir por la noche…

Bien, había dicho mi discurso, manteniendo los ojos fijos en el suelo. Y ahora, tenía que levantar la cabeza y ver sus reacciones… Esperando que algunas de mis confesiones hubieran arrancado un poco de humor.

Por lo visto me equivocaba. Ni un ápice de risa. 

Cuando me enfrenté a ellos y dejé de maltratar al césped, descubrí que no era tan graciosa como creía y que había logrado lo contrario. Un desastre de proporciones épicas.

Sus caras de lástima eran insultantes, y me hicieron replantearme el juego, el haber aceptado, el ser tan tonta… Por supuesto que no importaba nada lo que ellos hubieran dicho, porque en realidad el plan estaba diseñado especialmente para mí. Para que siguieran hondando en mi personalidad de mierda, chafada y con estrías.

No les había quedado otra que pensar una idiotez de esta envergadura, para seguir con mi análisis exhaustivo. En aquel momento me sentí como una chica encerrada en tubo de ensayo. 

Claro que también fue un pensamiento bastante exagerado (lo sé), por lo que lo controlé y decidí que lo mejor era pasar a la siguiente ronda. Jugar sucio. Sin ningún tipo de piedad. Sacar a la bestia que habitaba en mi interior, a la mente calculadora y perversa que no iba a soportar ser la víctima lisiada y avergonzada de la excursión.

jueves, 13 de febrero de 2014

Capítulo 12: Algunos juegos peligrosos.



Vagar sin rumbo era una expresión que nunca había usado para referirme a mí, hasta aquella noche. Hasta que mi único consuelo se reducía a avanzar hacia ningún sitio, esperando que fuera a parar algo más coherente de lo que tenía hasta ahora. Que era nada.

Rodeé la casa, y salí al jardín trasero (Sabía que la parte delantera era prohibida porque rozaba con el mar y que debía evitarlo). Nunca había estado allí, pero era un sitio que sin quererlo se volvía familiar, como si fuese capaz de rememorarte a una infancia que en realidad, no existía… pero que alguna vez habías imaginado. Vamos, que estaba fatal de la cabeza. 

Porque quizá has visto ese sitio entre las páginas de un buen libro, o desde el mismísimo ojo de Monet. Y deliraba. 

¿Quién no se ha visto así mismo en el escenario de un cuento de hadas?

Pero era algo más… No lo supe hasta que me fijé en los detalles. Era parecido a ese rincón del hospital dónde hablé con él hace semanas (más bien años, dado lo insufribles que habían resultado).

Todo era verde, salpicado de algún que otro color, tímido entre la inmensidad de hojas y ramas que crecían salvajes entre las enredaderas y todos esos escondites complicados que me hicieron volver a la realidad. Había un banco que colgaba sobre un columpio de forja oxidada, y en el otro extremo, una fuente de mármol dónde bailaban dos ángeles pequeños de los que brotaba un ligero hilo de agua.